martes, 7 de abril de 2020

La huella de carbono

Llevamos varios meses trabajando en la Cátedra de Ética Ambiental "Fundación Tatiana Pérez de Gumán el Bueno - Universidad de Alcalá" en la construcción de un observatorio virtual de la huella de carbono. Pretendemos facilitar al ciudadano información científica sobre el impacto en términos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de distintos productos que consume o actividades que realiza. Diversos autores relacionan el compromiso ambiental, tan necesario para que puedan producirse transformaciones significativas en nuestra actitud hacia este problema, con tres elementos: querer, saber y poder. Si queremos, seguramente podremos hacer algo al respecto, cada uno en sus circunstancias cotidianas. Saber implica conocer el problema y entender su relevancia, pero también apreciar las implicaciones que tiene en la vida cotidiana. Con cierta frecuencia asociamos la mitigación del cambio climático a la acción de los gobiernos y corporaciones, pero no hemos de perder de vista que en torno al 70% de las emisiones están ligadas al consumo (personal y doméstico), y por tanto que nuestras decisiones cotidianas tienen importancia. No pretende, como se dice ahora, criminalizar al consumidor. No somos cada uno responsables directamente de un problema tan global como inabarcable, pero sí somos responsables de hacer lo que esté en nuestra mano para contribuir a mitigarlo.

En esta línea hemos construido un observatorio con la información más actualizada de las emisiones de GEI ligadas a distintos ámbitos de nuestro consumo: alimentos, transporte, vivienda, ropa, electrodomésticos. En cada caso se incluye la evaluación de las emisiones en el ciclo de vida de cada producto, a partir de fuentes solventes. Se incluye también una calculadora personal, que permitirá a cada ciudadano estimar sus emisiones anuales (lo que se llama huella de carbono), compararse con grupos de ciudadanos similares al suyo y pensar en qué ámbitos podría hacer un mayor esfuerzo para reducirla.

El observatorio estará pronto disponible en https://www.huellaco2.org/ y será presentado próximamente a los medios.

Emilio Chuvieco Salinero (8 de marzo de 2020)
https://blog.ecologiaintegral.org/

viernes, 28 de febrero de 2020

Psicología y cambio climático: barreras psicológicas frente al cambio de hábitos

El 27 de febrero asistimos a la conferencia “Psicología y cambio climático: barreras psicológicas a la proambientalidad en la emergencia climática” conducida por el Prof. José Antonio Corraliza, Catedrático de Psicología Social de la Universidad Autónoma de Madrid.

El ponente comenzó planteando la siguiente cuestión: ¿cómo es posible que en la actual situación de emergencia climática sigamos manteniéndonos tan inactivos y no cambiar nuestros hábitos en pro del medio ambiente? Puso a continuación diversos ejemplos de encuestas y estudios, fundamentalmente a nivel nacional, en los que se puede apreciar la incoherencia en las respuestas de las personas en lo que respecta al medio ambiente y específicamente en lo referente al cambio climático. En general, el nivel de preocupación por estos temas manifestados por la ciudadanía no se adecúa después a sus actos, modo de vida, a quién votan, etc.

Por un lado, según estos estudios los ciudadanos manifiestan cierta indefensión respecto a lo que se denomina “falta de autoeficiencia percibida”. Dicho de otro modo, creen que sus actos no tendrían efectos positivos sobre el cambio climático. Sin embargo, tal como indicó el ponente,  el 57% de las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que ver de una u otra forma con decisiones individuales. El propio acuerdo de París indicaba literalmente que “el ciudadano es el eslabón fundamental” en la lucha contra el cambio climático, según apuntó.


Podría parecer entonces que el ciudadano no está informado, ya que una respuesta común en estos estudios es que quienes deben tomar medidas son “los que contaminan” (las empresas) o los gobernantes, eludiendo claramente la responsabilidad individual. Pero aun teniendo en cuenta la gran cantidad de información existente, según destacó Corraliza, hay un gran salto entre estar informado y posteriormente concienciado o sensibilizado. Y, a su vez, el mismo gran salto entre estar concienciado y después cambiar de actitud hacia un comportamiento proambiental.

En ocasiones puede deberse a lo que en su ramo se denomina ecofatiga, ecosaturación, ecoindefensión y ecofatalismo; lo cual viene a describir una situación en la que el ciudadano está saturado de información catastrofista sobre la problemática ambiental y llega un momento en que se bloquea y se abstrae del asunto. No en vano, la American Psychological Association (APA) ha acuñado ya un término para una patología relacionada con esta situación: la ecoangustia. El ponente resumió en las siguientes “trampas” las excusas más comunes para no cambiar de hábitos.

En primer lugar, considerar que no es una prioridad respecto a otros problemas, como por ejemplo el del desempleo. En segundo lugar, la extendida idea de que en general “los demás” no están preocupados por el medio ambiente ni hacen nada frente al cambio climático (lo cual refuerza la idea de que los hábitos de uno mismo no marcarían la diferencia).

Como tercera idea, el ponente resaltó la importancia de la “situación de partida”, a partir de ciertos trabajos propios anteriores que apuntan a que la población no toma cartas en el asunto si no ve iniciativas a su alrededor que vayan en el mismo sentido o una situación anterior que lo apoye (del ayuntamiento, gobierno, la sociedad en general…).

La cuarta razón que apunta Corraliza es lo que denomina “hipermetropía ambiental”, refiriéndose a que las personas generalmente identifican los problemas ambientales como algo lejano (la desaparición del bosque amazónico, el derretimiento de los polos, etc.), y por ende, algo frente a lo que poco pueden hacer ellos.

En lo positivo, Corraliza destacó la oportunidad existente en la emergencia climática para que mucha más gente se involucre en la conservación de la naturaleza en general. A este respecto, presentó resultados de estudios propios en los que se muestra la importancia del contacto con el medio ambiente natural en la infancia, lo cual promueve en gran medida actitudes proambientales en la etapa adulta. También propuso como medida al alcance de todos lo que en su área se denomina “autocontrol o simplicidad voluntaria”, refiriéndose a la frugalidad y rechazo al consumismo. Como anécdota final, citó una frase del gran ecólogo Ramón Margalef cuando escribió en un artículo periodístico “mi abuela tenía razón”, al respecto de la reducción del gasto y reutilización de los recursos.

martes, 4 de febrero de 2020

Dimensiones éticas del cambio climático

El pasado 30 de enero disfrutamos de la conferencia “Dimensiones éticas del cambio climático”, a cargo de Dña. Carmen Velayos (profesora titular de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Salamanca).

La ponente comenzó su intervención lanzando al público la siguiente pregunta que a lo largo de la charla trataría de responder: “¿La ética habida hasta ahora es útil para la nueva era en la que nos encontramos (el Antropoceno), una vez reconocida la emergencia climática?”.  En su opinión, es lícito preguntarse si necesitamos más bien una “ética de la emergencia”.

Continuó exponiendo la contradicción que supone el reconocimiento abierto e internacional de la emergencia climática, mientras no existen normas internacionales vinculantes, pactos efectivos ni sanciones establecidas a tal efecto. Esto ha provocado el reciente desencanto de la población, especialmente de los jóvenes, reflejado en las masivas manifestaciones de los últimos tiempos, frente a la falta de respuestas en el ámbito jurídico, político e institucional.

La profesora Velayos expuso su convencimiento de que no se tienen las suficientes políticas en la agenda a este respecto. Entre las iniciativas ante la crisis ambiental, están los Objetivos de Desarrollo Sostenible: ¿pero son suficientes? A su juicio, no cabe duda de que son positivos, éticamente loables y aceptados por la mayoría de las personas, pero después sus hábitos cotidianos van a la contra. Incluso se da el caso de que los ODS se contradicen con las respuestas que posteriormente dan muchas instituciones.

Respecto al clima, tenemos las diferentes cumbres de las partes (COP) que han tenido lugar en los últimos años, las cuales han supuesto ciertos avances principalmente en términos de compromisos por distintos países para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, estos compromisos no conllevan sanciones en el caso de no cumplirse, no son vinculantes. Otro aspecto a tener en cuenta en este punto es que los gobiernos tienen objetivos cortoplacistas, en función de las elecciones, lo cual choca con las políticas a largo plazo que requiere la lucha frente al cambio climático.

Aquí la ponente se preguntó qué pasaría si en estas cumbres hubiera representantes ciudadanos informados y organizados en lugar de políticos. A su juicio, llegarían antes a un acuerdo que los políticos. La ponente concluyó este primer bloque sobre la crisis ambiental destacando algunos otros problemas como la superación de los límites del planeta, el agotamiento de ciertos recursos y la contaminación.

A partir de aquí, comenzó el segundo bloque rebatiendo la idea de Hamilton sobre el “tiempo profundo”, según la cual su conferencia no tendría sentido pues no tendría sentido plantear una ética frente al cambio climático. Sin embargo, el cambio climático está ocasionado principalmente por el aumento de emisiones de gases de efecto invernadero de origen antrópico, y tiene un gran componente de injusticia social y daño moral. Por ello, no remite al tiempo profundo, porque es de carácter antropogénico.


En este punto, podríamos pensar que tenemos poco que hacer en términos de ética individual (si el problema es tan grande, lo mejor podría ser desentendernos). Pero la ponente opina como Saramago: aunque no esté en nuestras manos resolver el problema, debemos comportarnos como si lo estuviera y pensar en qué podemos hacer para ayudar a resolverlo (a pesar de que tenga tan mal pronóstico en términos de políticas nacionales e internacionales).

Esto nos lleva a los grandes problemas a los que en su opinión se enfrenta la ética actual para dar respuesta al cambio climático. El primero de ellos es el de las Disociaciones éticas. Con esto, Velayos hace referencia a que incluso cuando tomamos cartas en el asunto y participamos de ciertas acciones que creemos forman parte de la solución, se dan en nosotros ciertas disociaciones éticas o contradicciones (no siempre nuestros mejores juicios o creencias son coherentes con nuestras acciones). Aquí expuso algunos ejemplos de incoherencias en nuestros hábitos cotidianos, para cuyo remedio planteó que necesitamos ser conscientes de las consecuencias de los mismos sobre el cambio climático. Sólo así podremos ser más consecuentes.

El segundo problema es el del Sujeto ético y tiene que ver con el carácter acumulativo del cambio climático. Todos estamos contribuyendo poco a poco. Nuestras responsabilidades son agregadas, pero no son iguales las de un individuo u otro, o las de una determinada empresa o institución. La humanidad como ‘agente geológico’ está contribuyendo de forma global al aumento de temperaturas del planeta. Pero la humanidad no es un agente moral, sino un conjunto muy amplio de agentes morales. Y esto es inusitado para la ética (por ejemplo, cuantificar las contribuciones agregadas de tantísimos individuos). Por tanto, se nos plantea el reto de crear una ética de la cooperación, una ética colectiva. Aquí la ponente lanzó al público la pregunta de si realmente ‘nos sentimos especie’, pues en su opinión la respuesta es ‘no’. Ante esto, propone más rituales colectivos que nos hagan sentir ‘uno’.

El tercer problema tiene que ver con la emoción. Y es que, según algunos autores como J. Gilbert, el problema del cambio climático entendido desde la química atmosférica no nos emociona, no ha ‘violado’ nuestra sensibilidad moral (el ciudadano medio no llega a casa abatido por el cambio climático, aunque le preocupe). Pero ella cree que no hay ética sin emociones. El problema es que para que nos emocione algo así, tal vez deberíamos tener un ‘cerebro climático’, ya que según expuso la ponente, hemos evolucionado para hacer frente a riesgos inmediatos, no a problemas como el cambio climático. Por esto algunos autores argumentan que no sentimos culpa ni sentimiento de deber concomitante. Al margen de todo ello, y respecto a las emociones, en opinión de la ponente hay algunas de especial importancia en la lucha frente al cambio climático, principalmente las positivas como por ejemplo: la indignación, el amor, el cuidado y la precaución (epimeleia) o la felicidad. No así otras emociones negativas que son apeladas desde las visiones apocalípticas del futuro y que pueden llegar a crear ‘angustia ambiental o climática’ (David Wallace-Wells).

El siguiente problema lo denominó Intereses difusos Vs. intereses concentrados, estrechamente relacionado con el de las emociones, ya que generalmente tenemos intereses concentrados o inmediatos en nuestra vida diaria; mientras que algunos problemas como la pérdida de biodiversidad o el cambio climático entran en la categoría de intereses difusos, puesto que si bien a todos nos interesan, no ocupan un lugar inmediato en nuestro día a día.

El quinto problema a su juicio tiene que ver con la antropología política y las matemáticas morales (D. Parfit), pues nuestra moral siempre ha sido de ‘1 agente + 1 efecto’. Pero, ¿qué ocurre cuando los efectos están agregados o cuando los actos están sobredimensionados? Por ejemplo, incluso si un acto no daña a nadie, puede considerarse incorrecto porque es una pieza de un aparato de actos que, en conjunto, sí daña a alguien. Es decir, en la ética del cambio climático no puede considerarse que un acto sea correcto o incorrecto sólo por sus efectos particulares.

En este sentido, al hilo de la conocida ‘Tragedia de los comunes’, la ponente no cree que en el fondo el ser humano sea egoísta, sino que realmente somos homo reciprocans pues, aún en términos egoístas, nos interesa cooperar. Entonces, ¿cómo sería una ética de la cooperación? Para la ponente, el homo economicus no es tal ya que, cuando las personas están bien informadas y conocen los efectos de sus actos, se conciencian y cooperan. Así, en su opinión una posible vía sería reinterpretar la responsabilidad climática como responsabilidad colectiva pero adscrita a individuos concretos, no a la humanidad en general porque no es un agente moral. En este sentido hay que crear redes de acción colectiva, constituir formas de cooperación y colaboración; porque si nos quedásemos en la ética tradicional, nos encontraríamos que es poco eficaz en el contexto del cambio climático. Por tanto, hay que pensar en común y abandonar la antropología política individualista. Es preciso pensar en lo que nos une y no en lo que nos separa.


Por otro lado, tenemos que ecologizar la ética. La ética no puede dedicarse sólo a las competencias, sino que debe tener en cuenta todas las relaciones bióticas y ecosistémicas, así como las relaciones entre los distintos agentes implicados.

Además de todo lo anterior está la Justicia Climática. 10 países contribuyen al 72 por ciento de las emisiones globales, siendo los principales China (de forma global) y EE.UU. (a nivel de individuos). En las recientes cumbres se les ha pedido a los países más emisores que las reduzcan drásticamente. Algunas de estas naciones en desarrollo responden que no es justo que pidan tal cosa los países desarrollados, quienes más han contribuido en décadas pasadas al cambio climático. Otros, como China, indican que actualmente acogen muchas de las empresas de los países desarrollados en su territorio y por tanto tampoco tiene sentido que les exija tal reducción de emisiones. Esta desigualdad en la apropiación del capital ecológico representa una gran injusticia.

Ante esta situación se plantean distintas propuestas que no están exentas de crítica: la contracción y la convergencia (la primera para los países desarrollados y la segunda para aquellos en desarrollo); el Principio de Equidad per Cápita (reparto de emisiones entre las personas), o los Derechos Adquiridos en el Tiempo (que apuesta por tener en cuenta lo que se ha emitido en el pasado).

Por último, la ponente enumeró algunas propuestas en las que sería necesario profundizar para hacer frente al panorama actual: volver a mirar y tener en cuenta a la naturaleza, cambiar nuestros hábitos, vincularnos a la tierra, incluir a la naturaleza en la ética, apostar por un cambio cultural abandonando el individualismo y abrazando la cooperación, establecimiento de nuevas relaciones, cambio de leyes en función de las necesidades de hoy en día, directivas internacionales vinculantes y límites a los derechos de los países sobre sus paisajes y recursos naturales. Como propuestas desde la ética, propuso el desarrollo de las virtudes, tanto las clásicas como otras nuevas acordes con los tiempos y la crisis climática actual.

Ya está pasando...

Las evidencias sobre la existencia del cambio climático y su origen antrópico son ya demasiado claras para ignorarlas, aunque siga habiendo quienes piensen lo contrario. Desde el punto de vista científico, el consenso es bastante claro, y muy pocas las voces discordantes. Las incertidumbres son mayores cuando hablamos de los efectos, en los que priman las salidas de los modelos físico-matemáticos -muy complejos y con aspectos todavía poco conocidos- y naturalmente el escenario de emisiones que finalmente decidamos seguir. Por esa razón, me parece que tenemos que poner el acento en un principio de precaución, que nos lleve a tomar medidas drásticas para frener los impactos potenciales del calentamiento del sistema climático, aunque no tengamos una certeza completa sobre sus efectos futuros.

Lo más preocupante de esta situación, en donde todavía algunos siguen discutiendo sobre la misma existencia del fenómeno, es que algunos de esos efectos ya se están empezando a observar. Lo que algunos modelos indicaban para un escenario futuro, en algunos casos de varias décadas, ya está pasando. Pongo dos ejemplos recientes: los incendios de Australia y las inundaciones provocadas por la tormenta Gloria en el Delta del Ebro. En cuanto a los primeros, las condiciones de las quemas en el Sureste del país son absolutamente anómalas: nunca se habían registrado incendios de tal magnitud en esa zona del país, como resultado de la acumulación de condiciones climáticas y meteorológicas extremas (sequía prolongada, temperaturas altísimas, vientos, etc.). La única virtud de las autoridades australianas ha sido evitar una mortandad elevada, gracias a los mecanismos de protección civil y a la mayor preparación ante el riesgo de la población local. Aquí no vale decir que "siempre ha habido" este tipo de fenómenos. No es cierto.


El segundo ejemplo es más cercano a nosotros. Les recomiendo que vean este vídeo de uno de nuestros modeladores del clima mas reconocido internacionalmente, Francisco Doblas, director del departamento de Ciencias de la Tierra del centro de supercomputación de Barcelona. Es una charla TEDx que dio hace 2 años en Rivas Vacia Madrid.





Vean la charla completa, apenas doce minutos, porque es muy didáctica e informativa, pero presten especial atención al minuto 9, cuando indica como posible escenario futuro (indica 2050) la inundación casi completa del Delta del Ebro como consecuencia de la interacción entre una fuerte  tormenta de costa y la subida del nivel del mar. Está hablando de algo que podría ocurrir en el 2050 y que ha ocurrido a inicios del 2020!!

Mientras, hay gente que sigue pensando que todo esto es ideología, exageraciones, catastrofismos, y seguimos haciendo las mismas cosas. No parece muy razonable, ni en consideración de nuestros descendientes, ni de nosotros mismos, que ya estamos viendo algunas de las consecuencias que marcan los escenarios futuros. La lucidez y el sentido común no deberían necesitar asomarse al abismo, mucho mejor cambiar antes de llegar al mismo.

Emilio Chuvieco Salinero (27/01/2020) 
https://blog.ecologiainegral.org/

lunes, 8 de julio de 2019

Curso de verano sobre contemplación de la naturaleza.

La edición 2019 del curso de verano organizado anualmente por la cátedra de ética ambiental llevó por título “Contemplación de la naturaleza. Implicaciones éticas” y tuvo lugar en la Sierra de Guadarrama.

DÍA 24 DE JUNIO

Tras la recepción de los alumnos en el alojamiento donde también tendrían lugar algunas de las sesiones teóricas, y el anuncio de cuestiones prácticas y de organización referentes fundamentalmente a las caminatas previstas, a media mañana dio comienzo la primera sesión, consistente en una ronda de presentaciones de los asistentes, breves relatos de experiencias previas similares y manifestación de sus expectativas respecto a este curso.

El director de la Cátedra de Ética Ambiental, Prof. Emilio Chuvieco, tomó entonces la palabra en una sesión introductoria sobre la trayectoria y objetivos de la cátedra, actividades realizadas hasta la fecha y proyectos actualmente en desarrollo.


La siguiente sesión, conducida en primer lugar por Josep Maria Mallarach, incluía unas nociones introductorias a la contemplación en la naturaleza. El ponente indicó cómo ésta facilita la meditación sin técnicas imprescindibles, y cómo siempre ha estado ligada a la espiritualidad. No en vano, muchos de los denominados santuarios naturales más importantes y mejor conservados se encuentran precisamente en santuarios espirituales. En su opinión, contemplar es algo primordial, innato al ser humano (y en la infancia, espontáneo). Sin embargo, hoy en día el mundo tecnológico, lleno de ruidos y estrés, no ayuda o más bien dificulta la contemplación.

A este respecto, Carlos de Prada apuntó cómo parece que somos nosotros los que nos estamos adaptando a la tecnología (y no al revés), convirtiendo nuestra civilización en una máquina sin alma. Frente a esto, sin embargo, se puede apostar por contemplar la verdad, la realidad, lejos de lo virtual que parece predominar actualmente. Esta contemplación nos lleva a darnos cuenta de que estamos unidos a la Tierra, que no somos entes aislados. Nos ayuda a re-naturalizarnos.


Tras el almuerzo tuvo lugar la primera de las sesiones prácticas. En primer lugar, Carlos de Prada realizó una breve caracterización físico-geográfica y ecosistémica del entorno, así como de los principales impactos antrópicos que ha sufrido. Se mencionaron algunas de las especies vegetales y animales predominantes. El objetivo de esta caracterización, al igual que sucedería en las sesiones prácticas posteriores, es conocer de forma “racional” la información más importante sobre lo que nos rodea, para después dejarla de lado en las actividades contemplativas, en cuyo transcurso el fin es ir más allá del conocimiento o la reflexión racional.


Así pues, a continuación comenzó el paseo contemplativo, el cual se desarrolló a lo largo del Camino Schmidt. Para ello, J. M. Mallarach dio una serie de indicaciones y técnicas básicas para aquellos que lo hacían por primera vez. Y de este modo, los participantes comenzaron a caminar en silencio, separados por una distancia prudencial, siguiendo las instrucciones de los orientadores. Posteriormente, Beatriz Calvo, condujo una sesión de meditación guiada, despertando nuestros sentidos con los sonidos del bosque.


Tras la meditación, se retomó el camino de vuelta hasta el inicio de la senda Schmidt y el grupo se dirigió hasta otra parte de la sierra donde se podría disfrutar de una magnífica puesta de sol. Tras una caracterización del lugar y una ligera pausa para cenar, tuvo lugar la última sesión del día, a través de la contemplación del atardecer.


DÍA 25

El segundo día del curso comenzó con una sesión de ejercicios de Chi-kung al amanecer, conducida por Beatriz Calvo, como preparación del cuerpo y la mente para las actividades de contemplación de la jornada. Tras el desayuno, el grupo se dirigió al Pico de Cotos, desde donde ascendería realizando un nuevo paseo contemplativo. Como estaba estipulado, Carlos de Prada ofreció una caracterización físico-geográfica y ecosistémica del lugar y J. M. Mallarach recordó las técnicas fundamentales para evitar distracciones y centrarse en la contemplación.


El grupo ascendió hacia la Hoya de la Laguna Grande de Peñalara, siguiendo el mismo esquema del día anterior y disfrutando de unos magníficos paisajes. En las cercanías de la Hoya hubo tiempo para una sesión de lectura de poemas, a cargo de Carlos de Prada, relacionados con la contemplación y conservación de la naturaleza.


Posteriormente, se continuó el ascenso hacia el Refugio Zabala, donde hubo una pausa para un breve descanso, seguido de unos momentos de contemplación del paisaje y unas palabras por parte de los coordinadores. Reiniciada la marcha, el grupo acometió el descenso por una ruta diferente, para dirigirse a la zona del Pingarrón.


Junto al arroyo, se realizó la pausa para el almuerzo con la necesaria distensión de los participantes, para posteriormente continuar con una nueva sesión de meditación a través de los sonidos del agua. Seguidamente, el grupo se dirigió hacia un claro cercano más elevado, donde Beatriz Calvo pidió que cada uno caminase en silencio y buscase un elemento del entorno que le llamase la atención.


Una vez que el grupo se reunió de nuevo, solicitó a los asistentes que colocasen el elemento seleccionado en el centro de un círculo, indicando una palabra al mismo tiempo. En la segunda ronda, hubo una larga reflexión acerca de los elementos y las palabras seleccionados por cada uno, en relación con lo que habían aprendido y experimentado gracias a las sesiones llevadas a cabo hasta ese momento.

A la vuelta y tras la cena, tuvo lugar la última sesión del día, dedicada a la escucha contemplativa de canciones corales de distintas escuelas monásticas.


DÍA 26

El último día del curso comenzó con una puesta en común y una meditación guiada por Beatriz Calvo antes del desayuno. Seguidamente, el grupo se dirigió de nuevo hacia el Camino Schmidt, del cual se recorrió un fragmento similar al del primer día, con objeto de evaluar los cambios experimentados desde entonces por los participantes respecto a la facilidad de inmersión en la contemplación de la naturaleza.


Sin embargo, para la penúltima sesión, el grupo se desvió hacia un agradable claro separado de las sendas más transitadas, donde nuevamente hubo espacio para la lectura de poemas relacionados con la temática así como un tiempo de meditación y relajación en silencio.


A la vuelta, tuvo lugar la sesión final de recapitulación de lo aprendido, donde los participantes pudieron expresar sus experiencias y sentimientos respecto al desarrollo del curso, antes de tomar la foto de grupo frente al alojamiento.


viernes, 19 de abril de 2019

Cambios en ética de la conservación en las grandes organizaciones internacionales

El jueves 11 de abril disfrutamos de la conferencia "Aportaciones recientes a la ética ambiental desde las grandes organizaciones conservacionistas internacionales", impartida por el Dr. Josep Maria Mallarach, miembro de las Comisiones de Áreas Protegidas y de Políticas Ambientales de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y también de la Comisión de Ética de la Xarxa de Conservació de la Natura de Cataluña.

La conferencia se centró en los cambios y aportaciones que se han producido en los últimos 30 años en dos de las organizaciones más influyentes respecto a la conservación de la naturaleza a nivel internacional: la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), específicamente en su programa de Patrimonio Mundial.

El ponente comenzó enmarcando su conferencia con relación a los presupuestos de la propia Cátedra de Ética Ambiental, los cuales, según indicó, apuntan en primer lugar que los problemas ambientales han sido frecuentemente abordados de forma compartimentada obviando importantes sectores de la sociedad y aspectos relevantes de la condición humana. Estos enfoques reduccionistas no facilitan una consideración integral del medio ambiente y los acuciantes problemas que actualmente tienen una dimensión planetaria y multidisciplinar, y por tanto requieren una reflexión profunda sobre la verdadera relación del hombre con la naturaleza, que debe hacerse desde múltiples perspectivas.

Como apunte previo, Mallarach explicó que la ética de la conservación trata del comportamiento en relación con los recursos (cómo se distribuyen, aprovechan o protegen) y cuya principal misión es ayudar a mantener la salud e integridad de la Tierra. Puede considerar variedad de motivaciones –a veces incluso antagónicas–, desde las más utilitaristas hasta las más intrínsecas, desde las científicas a las espirituales.

El ponente continuó explicando el contexto en el que comenzaron a producirse los cambios en los valores que regían las políticas de conservación de estos organismos a nivel internacional. Si bien ya los años 70 del pasado siglo acogieron iniciativas interesantes, a su juicio el punto de inflexión se produjo en la cumbre de Río de Janeiro de 1992. Uno de los aspectos que propició este cambio de mentalidad es que en las últimas décadas del siglo veinte la humanidad superó por primera vez la biocapacidad planetaria (y posteriormente de forma creciente, en un “progreso hacia la insostenibilidad”). Por otro lado, se postula una crítica de los fundamentos ideológicos que sustentan este tipo de progreso destructivo: el materialismo, el positivismo, la tecnocracia, el capitalismo, etc. Se critica así mismo la epistemología de la ciencia occidental para aclarar sus límites y discutir a partir de donde la ciencia no es suficiente para explicar o resolver los problemas ambientales. Y se resaltan los valores y conocimientos de culturas tradicionales, a menudo denostados. Todo esto en relación con las amenazas globales y su crecimiento exponencial, lo cual plantea un debate sobre la manera en que se había planteado la conservación de la naturaleza hasta entonces (pequeños espacios, especies) que no resultaba suficiente. Entonces hay todo un cuestionamiento de fondo de los enfoques dominantes, tratando de dar respuesta a estos problemas globales.

En los años noventa, poco después de la Cumbre de la Tierra, un equipo de antropólogos del Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente (UNEP) impulsó una revisión global de los valores culturales y espirituales que motivaban la conservación de la naturaleza, documentando en una extensa publicación la evidencia de que la inmensa mayoría de seres humanos conservan la naturaleza por motivos que nos son utilitaristas o económicos, sino por valores culturales y espirituales. Este trabajo además puso en valor los conocimientos tradicionales que sustentan la conservación de algunos de los ecosistemas más resilientes del mundo y sus sistemas de gobernanza.

Respecto a los cambios sufridos en la primera de las organizaciones a tratar y una de las más influyentes, la UICN, el ponente comenzó analizando críticamente su origen y composición, constituida en occidente, con tres lenguas oficiales occidentales, con un predominio de dirigentes occidentales (sobre todo anglosajones durante unos cincuenta años) y que hasta el siglo XXI vetó a los indígenas en sus congresos mundiales. Precisamente, el punto de inflexión más importante se produjo en el Congreso Mundial de Áreas Protegidas de Durban (Sudáfrica) 2003, donde participaron por primera vez representantes indígenas (unos 600). En primer lugar, estos representantes denunciaron el atropello de que eran víctimas a consecuencia de las políticas de conservación de la naturaleza en muchos países de África, América o Asia, como por ejemplo expulsiones de sus tierras y deportaciones. Y cuestionaron los presupuestos de dichas políticas de conservación, con base colonialista. En segundo lugar, presentaron alternativas a dichas políticas, lo cual propició que en el congreso se adoptaran una serie de recomendaciones, como por ejemplo: dentro de los programas de gestión ambiental, dar una atención equilibrada a todo el espectro de valores materiales, culturales y espirituales; implementar campañas para promover el respeto por los valores culturales y espirituales, y en particular, los sitios sagrados; apoyar los esfuerzos de las comunidades locales para mantener sus valores culturales y espirituales; revisar los planes de manejo existentes para dar mayor atención a los valores culturales y espirituales; y promover el diálogo y la resolución intercultural de conflictos.


Éstas y otras recomendaciones impulsaron una serie de desarrollos en sucesivos congresos y asambleas generales de UICN, con la redefinición de muchos elementos clave (como “área protegida” y sus tipos de categorías), nuevas guías de buenas prácticas, estrategias y programas, así como sucesivas resoluciones relacionadas en los años posteriores. Otro de los efectos fue la creación de varios Grupos Especialistas en Valores Culturales y Espirituales de las Áreas Protegidas. En el ejemplo concreto de la definición de “área protegida”, supuso que este tipo de espacios no tuvieran que proteger únicamente la naturaleza, sino también los valores culturales asociados a ella. En 2008 se incluyó además el concepto de "gobernanza" respecto al manejo de las áreas protegidas, ampliándose así el espectro de actores sociales con capacidad de decisión.

En el caso de UNESCO, organización con orígenes, lenguas y predominio también occidentales, dentro de su Programa de Patrimonio Mundial, el ponente repasó en primer lugar la cronología del establecimiento de algunas figuras de protección, como las de Patrimonio Mundial Natural, Cultural y Mixto, destacando las dificultades para integrar la dimensión natural y cultural como un mal crónico de nuestra sociedad occidental a partir del empeño en separar la naturaleza y la cultura. Algo que influye por ejemplo en la evaluación que se hace de ambas dimensiones en los Sitios Patrimonio Mundial, ejecutada por separado por grupos independientes.

Mallarach resaltó como un hito la adopción del Patrimonio Cultural Inmaterial en 2003, que incluiría lenguas, conocimientos y saberes, etc; algo muy positivo al ampliar la protección desde las dimensiones tangibles a las intangibles.

Muchos Sitios Patrimonio Mundial, ya sean naturales, culturales o mixtos se sitúan en lugares que han sido considerados desde hace siglos o incluso milenios como lugares sagrados. Pero en muy pocos casos se reconoce. De hecho, este programa de la UNESCO evitó hasta 2010 utilizar el término “religión”. Esto cambió en 2010 a partir de un simposio en Kiev, en el cual se reconoce el Patrimonio de la Humanidad de Interés Religioso y el papel de las comunidades religiosas en su gobernanza y su gestión.

En síntesis y según el ponente, en el marco de la ética de la conservación se ha pasado de unas valoraciones científicas y materialistas a unas valoraciones más holísticas, en las que se tiene en cuenta la ciencia pero también otros valores; reconociendo la necesidad de ampliar el diálogo con otras cosmologías y la colaboración con distintos tipos de organizaciones culturales y religiosas, además de las propiamente dedicadas a la conservación de la naturaleza; y se ha comenzado a dar el valor que corresponde a los saberes y prácticas tradicionales de las comunidades que de forma tan resiliente habitan estos lugares, tomándolos en consideración junto con la ciencia actual para promover la conservación.